Carne con moscas / Pat Luciano

Estábamos con los pibes deliberando cómo hacíamos para debutar.Todos me señalaban como el intermediario entre mi viejo y la puta encargada de iluminarnos la vida.

-Hablá con él, Ignacio, me decía López, el más insistente por necesidad y entusiasmo.

Sí, cómo si me fuera fácil. Recuerdo la primera vez que fui al negocio de papá. Tendría unos siete años, apenas entré mis ojos se quedaron clavados en las medias reses en los ganchos. El lugar tenía azulejos color blanco y colgado una foto de un tipo con pelo engominado y sonrisa amplia.  Papá  me llevó a la parte de atrás donde había una cortina de tiritas de plástico,mientras yo me pegaba con las manos tratando de sacarme de encima a esas zumbonas.Allí había otro hombre, con más carne para cortar y dale que dale con el cuchillo. Tuve que salir corriendo a la calle para vomitar. A partir de allí mi padre me llamó “flojo”.

Hacía un calor de cagarse y bajo el sauce del parque nos refugiábamos  López, el Tano, Juan y yo. Ellos preguntaban si papá  haría el favor de bancarlos a todos. Me dieron fuerzas para hablarle esa misma noche.

Llegué a casa. La vieja cocinaba y papá estaba fumando en el patio. Escuchaba por la radio un discurso del General Perón. Ése era el momento porque él  lloraba al oírlo.

-¿ Qué querés,Flojo?

 Lo miré a los ojos y le dije:

-Mis amigos y yo queremos debutar.

Silencio. Se levantó de la silla y me abrazó.

-Bien pibe, bien. Ya venía siendo hora ¿eh? ¿Cuántos son tus amigos?

-Somos cuatro.

-Dejámelo todo a mí y a mi amigo el cana.

Corrí a buscar a López y le conté.Que estuvieran atentos era el mensaje.

Esa noche no pegué un ojo.

Pasaron dos días y fui a buscar a papá al negocio antes de que cerrara. Entré y estaba el cana .



2.



-Andá al fondo, que acá vamos a hablar el compañero y yo.

Pasé  por la cortina y me quedé mirando al piso. Al rato llama.

-Vení Flojo, decile a tus amigos que vamos para la Maciel mañana después que cierre la carnicería.¿Estamos?

Asentí. Salí disparado a encontrarme con los pibes en la plaza. Llegué con el corazón latiéndome a mil.

Me miraban todos expectantes. Mientras respiraba un poco más profundo.

-Nos encontramos a las siete y media en la esquina de Brandsen y la Brown.Puntuales.

Hubo un silencio y después nos pegábamos entre nosotros riéndonos.Acordamos no vernos hasta esa hora.

El día se me hizo eterno y aproveché a ayudar a mamá con las compras.

Después traté de leer algo y dormir, fue imposible. Al fin llegó la hora.Fuí a la esquina y los chicos ya estaban. Sentía cómo me temblaban las piernas y veía a Lopecito dándole la última y larga pitada al cigarrillo.

Al rato el auto de papá con el poli llegó y nos apretamos todos atrás, silenciosos. El Tano empezó a reírse, Juan estaba extremadamente tranquilo y Lopecito y yo, pálidos.

-Vamos enfilando para la Maciel, pendejos. Dijo papá y se rió estrepitosamente mirando al poli.

Las calles estaban muy poco iluminadas y se podían ver las casas de chapas pintadas de colores chillones. Paramos frente a una y los dos se bajaron.

Entró el cana y al rato sale diciéndole a papá:

-La Edith está enferma.

-Carajo. Papá se pasó la mano por la cabeza.

-Pará que me dio la dirección de su sobrina es acá nomás, a unas cuadras.

Fuimos para allá. Tocaron el timbre y apareció una señora, los hizo pasar .Luego salieron.

-Bueno ya está, vas vos Tano, el primero.

Directamente me ignoró, el muy cabrón. Esa manía de avergonzarme delante de todos.

Fueron volviendo de a uno.

-Ahora vos, Flojo.

Había que pasar por un corredor largo, luego estaba la habitación. Una luz muy tenue iluminaba la cama. La mujer estaba allí, echada a un costado, era muy delgada , su cabello negro y largo le tapaba la mitad de la cara.

-Sacate la ropa, dijo suavemente.

Me acosté a su lado, desnudo y se dio la vuelta para mirarme. Me desarmó. Tenía una extraña belleza y unos ojos pardos enormes. Miraba fijamente, yo también. Me acariciaba y sus dedos jugaban sobre mi piel. Cerré los ojos.

-No, me dijo, abrilos.

Y lo hice. Sigilosamente se sentó sobre mí, la sensación era de un placer infinito. Me entregué. Sentía una electricidad por mis venas  que me recorrió todo el cuerpo. Estallé dentro de ella.

Luego me fui a lavar y ella estaba tal cual la encontré.

Salí, caminado despacio hasta la puerta, miré de reojo a mi viejo , al poli, a los pibes en el auto. Pensé en ir al cine a ver esas pelis continuadas de vaqueros.





Pat Luciano

Nació en la ciudad de Mar del Plata, el 10 de diciembre de 1983.
Estudió periodismo, colabora en numerosas publicaciones de la costa atlántica.
Ha escrito la novela aún inédita Detrás de sus ojos no vio el mar (2013)














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